martes, 7 de febrero de 2012

Anécdotas del carnaval!

Anécdotas del carnaval canario

LOS CARNEROS DE TIGADAY EN LA FRONTERA (EL HIERRO). 

La tradición de los carneros se recuperó después de la Guerra Civil Española (1936-1939), gracias a la labor de Don Benito Padrón, un señor que decidió recobrar los antiguos bailes del carnaval que él recordaba de niño y que se han convertido en una de las señas de identidad de los carnavales de El Hierro.

Al principio, muy pocos se tomaban en serio a los dos o tres chalados que tiznados de betún, se vistieron con las pieles de viejos animales para salir corriendo por las calles y caminos del pueblo, a asustar a los niños y meter un poquito de ruido. A principios de 2006, Don Benito murió y su idea se ha convertido en una de las tradiciones rescatadas con más éxito del Archipiélago Canario. 

Las pieles, que se secan al sol tras darles algunos baños en el mar, y sueltan un olor agrio y desagradable al que es difícil acostumbrarse. Capuchones de piel con grandes cuernos y betún que cubre por entero cualquier trozo de piel humana que quede al aire completan el disfraz. En Gran Canaria, en un pequeño pueblo llamado la Aldea de San Nicolás, intentan rescatar una tradición parecida llamada `los baifos´. En esta ocasión son los niños menores de 12 años los que se transforman en un enorme rebaño que es conducido por los adultos por las calles de la población.


LOS DIABLETES DE TEGUISE (LANZAROTE).

Los diabletes de Teguise son la más bella estampa de una tradición popular producto de la mezcla de creencias aborígenes con elementos castellanos y conexiones brujeriles nacidas sobre todo desde finales del siglo XV, cuando llegan a Teguise los primeros esclavos moriscos y negros son sus prácticas supersticiosas. La figura del diablete aparece en Teguise, encarnado en el macho cabrío, símbolo de virilidad y fecundidad.
Los pastores que años antes habían bailado en la Gran Aldea, con sus cueros curtidos en el agua del mar, volvían muchos de ellos ahora como esclavos y criados a danzar en la fiesta del Corpus vestidos de diablote, junto al fuego y las carreteras. Sus cueros ahora preparados para la máscara eran adobados con manteca y grasa, pagada por los señores, y años más tarde por el Cabildo General. 
El día del Corpus, las calles de Teguise vestían sus mejores galas en la procesión. Junto al Santísimo estaba la justicia, regimiento, regidores y los escribanos y delante los diabletes y los tocadores de tambor, añadiéndose en el siglo XVI las luchadas y los caballos.


Años más tarde, es Doña Rosalía Espino Aldana quien da a la careta ciertas reformas, ya no es el macho cabrío la representación del diablote, ahora es la de un toro con cuernos y lengua; la piel de diablo deja paso al pantalón y chaqueta cerrada pintada con rombos rojos y negros, los esquilones hechos por herreros o de la madera en forma de cascabel, como los encontrados recientemente en una casa de Teguise, junto al zurrón de cabrito que unido a un palo con una cuerda es el instrumento con que se intenta asustar a los niños y jóvenes. 
Fue Don Eliseo Díaz quien logra una perfección en la construcción de la careta, son muchos los que recuerdan en Teguise el incidente que sufrió Miguel Callero cuando Eliseo se puso en carnavales una de sus caretas, llevándose el pobre Miguel un susto tan grande que estuvo corriendo por las calles de Teguise gritando que había visto al diablo en persona. 



LOS BUCHES DE ARRECIFE. 

Una vez mas recurrimos a la memoria de los mayores que vivieron y siguen viviendo el Carnaval. Cuentan que en los carnavales antiguamente, además de los grupos que salían disfrazados a la calle, las fiestas realizadas en las casas donde se ofrecían a los visitantes comida y bebidas, etc. también existían otras tradiciones. 
Hacen referencia a los famosos pleitos de "las cuatro esquinas" que era donde se encontraban dos grupos y acababan en pleito.
La música era esencial en los carnavales, así los músicos interpretaban antiguas canciones marineras amenizando a los portadores del “buche”. Para hacer un buche se abría un pescado y se le saca el buche. Después entre dos personas cogían un hilo y se amarraba en la boca del buche agarrando cada uno un extremo del hilo. Un tercero ponía una cañita de acero en la boca (a esta cañita la llamaban gaita) y comenzaba a soplar para inflar el buche. Cuando ya se veía que el buche estaba bien inflado, el que soplaba daba un golpe en el suelo con el pie, esta era la señal en la que quitaba rápidamente la gaita y los otros dos tiraban del hilo cerrando así el buche. Después se llevaban a la playa en donde se ponían a remojo para más tarde untarlos con aceite para curtirlos.
En 1963 un grupo de amigos pidieron permiso para crear un grupo que representara los carnavales como se hacía antiguamente, este grupo se llamó y se llama La Parranda Los Buches. En el año 1964 llegaron a Las Palmas y causaron una gran impresión ya que esperaban una rondalla y cuando vieron aparecer a los "bucheros" mas de uno se llevo un susto.

Una de las canciones más conocidas de este grupo es: La batea del gofio.

“Mi primo el de Basilisa con el cuerpo engarugao, Pa´ correr los carnavales, de la costa ha llegado. 

La batea el gofio yo la traigo aquí, el que quiera gofio me lo pide a mi, me lo pide a mi me lo pide a mi, la batea del gofio yo la traigo aquí.

Desde que llega Febrero, los marinos van llegado, y para los carnavales, los buches se van hinchando.

La batea el gofio yo la traigo aquí, el que quiera gofio me lo pide a mi, me lo pide a mi me lo pide a mi, la batea del gofio yo la traigo aquí.

Pleitos en las cuatro esquinas, la salsa del carnaval, ya se oyen los buchazos por todita la ciudad.

La batea el gofio yo la traigo aquí, el que quiera gofio me lo pide a mi, me lo pide a mi me lo pide a mi, la batea del gofio yo la traigo aquí.

Ya se van los carnavaleros, cosa buena poco dura, pa´l año que viene vuelvo, a calmar mi jodedura. 

La batea el gofio yo la traigo aquí, el que quiera gofio me lo pide a mi, me lo pide a mi me lo pide a mi, la batea del gofio yo la traigo aquí.”

(Versión de la Escuela Municipal de Folklore de Telde.)



LLEGADA DEL INDIANO (LA PALMA).

Esta tradición se inició en el siglo XIX a partir de los festejos que se celebran con la llegada al puerto de los barcos desde Cuba y Latinoamérica. Se llamaban "indianos" a los isleños que habían emigrado y volvían a la isla presumiendo de riquezas e historias de prosperidad.


La creencia se remonta a lo que cuentan algunas personas mayores, que la costumbre de los polvos se debe a que, en el siglo XIX, un barco que llevaba sacos de harina en malas condiciones dejó la partida en tierra y los del lugar lo aprovecharon como entretenimiento en el Carnaval.


La vestimenta tradicional para esta festividad consiste en recordar las mejores ropas de Cuba; guayabera y pantalones blancos o traje de lino, además de sombrero panameño. Las mujeres pueden vestirse con trajes de época igualmente blancos y sombrilla de encajes, sin faltar por supuesto las alhajas. Un complemento que también suelen llevar los indianos e indianas, son las maletas (también de época, preferiblemente de cuero) que se suponen repletas de dinero y riquezas.



BAILE DE PIÑATA.

Antiguamente los Carnavales se celebran en nuestra tierra en las vísperas de la entrada de la Cuaresma (el Miércoles de Ceniza se inicia la Cuaresma). Pero se permitía la celebración del llamado Carnaval Chico o Carnaval de Piñata: era el primer domingo de Cuaresma. 
Las mascaritas se vestían con ropas usadas de los familiares mayores. La mujer se vestía con ropas de hombres: pantalón, camisa, corbata, chaleco, chaqueta y sombrero; las manos a veces se las tapaban con un calcetín viejo. La cara la cubrían con una talega blanca, recortando el orificio de los ojos, la nariz y de la boca, o bien se colocaban un velo. Podía encontrarse alguna máscara con la ropa al revés, dando la sensación de que caminan hacia atrás. El hombre se vestía de mujer con chanclas, calcetines, medias estropeadas, faldas y blusas o trajes enteros, pañuelos en la cabeza, sombrero y cara cubierta igual que la mujer. Tanto uno como otro solían falsear la voz para que no les conocieran. 
Se iban encontrando por los caminos en dirección al baile, donde aprovechaban para darse algunas bromas. Al llegar al lugar del baile, se reunían en el salón, los tocadores se colocaban en una esquina para amenizar el baile con parrandas de cuerda, a veces se oían acordeones o la presencia agradable de un violín, tocaban aires alegres que les permitiera bailar en pareja (realidad poco habitual), se escuchaban isas, mazurcas, rancheras, pasodobles, joropos, rumbitas, etc.
La piñata tenía un parecido con una naranja, a lo grande, cubierta de telas de colores y de la cual colgaban muchísimas cintas también de colores. Una de éstas abría el mecanismo por donde caían los objetos del interior, frutos secos, harina, caramelos, gofio, huevos, chucherías, algún ratón o conejo pequeño. 
A la media noche, el mandador del baile anunciaba el Baile de Piñata. Las parejas empezaban a bailar girando en círculo en torno a la piñata. El mandador iba controlando el orden para que todas las parejas fueran tirando de las cintas, las cuales se iban colocando sobre los hombros a la mujer. 
Cuando se rompía la piñata se terminaba de tocar la música. Era un honor pertenecer a la pareja que había roto la piñata. Se brindaba, solían bailar unas cuantas piezas más y se acababa el Carnaval.



¿ME CONOCES MASCARITA?

La desaparecida tradición de las “mascaritas” consistía en que las mujeres se disfrazaban con ropas prestadas o las que tenían en casa, con máscaras y con guantes, para que no las reconocieran ni su cara ni sus manos. Iban al salón donde se realizaba la fiesta para bailar. A esa tradición también se le debe añadir que nuestros mayores deseaban que llegase el carnaval para salir a la calle, e ir de casa en casa a pedir un “huevito” o lo que pudieran darle. 
Al salir de sus casas iban tapadas con sabanas blancas para que en el trayecto tampoco pudieran descubrir quienes eran. Los hombres no podían disfrazarse ya que estaba mal visto socialmente, por lo que ellos esperaban en el salón a que llegaran las mujeres. Cuando éstas llegaban al baile, preguntaban: “me conoces mascarita”, y tenían que mostrar su rostro a la persona que estuviera en la entrada del salón para corroborar que no eran hombres disfrazados. 
Una vez comenzado el baile, las mujeres aprovechando que no se les veía el rostro invitaban a bailar a los hombres, y no faltaba quien aprovechaba el disfraz para ocultar fugaces infidelidades, comunes en las épocas de carnaval, no olvidemos que las fiestas carnestolendas son paganas y en sus orígenes se encuentra el libertinaje. Las mujeres lo pasaban fenomenal porque por una vez podían ellas decidir con quien bailar, y así comenzaba el juego para dar pistas fiables o falsas sobre quiénes eran, según su conveniencia. 


Existe una canción dedicada en la época a estas infidelidades llamada un martes de carnaval:

“Un martes de carnaval, de gitana me vestí y me fui al salón del baile que mi novio estaba allí.

Como no me conocía, por un brazo me agarro, eche la suerte gitana por ver la que tengo yo. 

Un pasito adelante niña, un pasito atrás, otro a la derecha niña, vente tú a bailar.

Eres guapo si lo eres, y tienes buen corazón, la única falta que tienes que eres falso en el amor.

Tienes a dos muchachitas, comprometidas las dos, una es alta y morena, la otra es rubia como el sol.

No te cases con la rubia, que serás un desgraciado, cásate con la morena que serás afortunado. 

Pepito no hizo caso, con la rubia se caso, fue verdad lo que le dije, que a Pepito le peso. 

Si la rubia vale un duro, la morena vale dos, yo me voy a lo más caro, que lo más caro es mejor.”

(Versión de Dña. Pino Calderín, recogida en 1984 en Montaña Las Palmas.)



DIFERENCIA DE CLASES SOCIALES EN LOS CARNAVALES.

En Canarias habría que hacer una distinción en el tipo de Carnaval, según se tratase del pueblo llano, o de los grupos sociales acomodados.

Las familias más pudientes acostumbraban a celebrar bailes y fiestas en sus domicilios particulares, y cualquier excusa era válida, cuanto más, en los días de Carnaval. Sin embargo el resto de los vecinos celebraban el carnaval en locales públicos y al aire libre.

A fines del siglo XVIII y en lo primeros años del XIX, adquirió un gran desarrollo la costumbre de "las tapaderas". Se trataba, por lo general, de damas pertenecientes a la "buena sociedad" que, cubriéndose el rostro con máscaras, se mezclaban con la gente en los festejos populares.
Su campo de actuación eran las horas del paseo en los días de fiesta "en el que había ventorrillos y cajas de turrón". Hay quienes de una manera acertada han sugerido que tales "tapadas" podrían esconder “debajo de un refajo dieciochesco de blondas" algún representante del sexo contrario. Lo que parece evidente, es que “las tapadas" de los siglos XVIII y XIX, son un antecedente directo de aquellas mascaritas de “la sábana y el abanador" que tanto se prodigaron en las primeras décadas del siglo.


DISCO DEDICADO AL CARNAVAL.

La Parranda del Cura saca nuevo disco dedicado al Carnaval. Este disco titulado ¿Me conoces mascarita? recopila canciones que mantienen una íntima relación con esta fiesta tan nuestra.
La "Parranda del Cura" nace en Santa Lucía de Tirajana en el año 2003 con la intención de rescatar y dar a conocer aquellas canciones que se interpretaban en los antiguos bailes de taifas. Para ello se nutre de un grupo de jóvenes amigos amantes de la música y la tradición, la mayoría, alumnos de D. Pedro Perdomo, quien durante años fuera el Párroco de Santa Lucía de Tirajana y en cuyo honor estos jóvenes deciden bautizar el grupo como “La Parranda del Cura”. Isas, siotes, mazurcas, berlinas y un largo etc., conforman el repertorio de esta parranda empeñada en difundir nuestro legado musical bailable sin dejar de lado el mensaje de unidad y defensa de nuestro patrimonio cultural.
Algunas de las canciones que se pueden escuchar en este disco son: Mamaine, Rascayú, Ven al baile, etc.


TORTILLAS DE CARNAVAL.

Canarias ofrece un extenso y rico patrimonio gastronómico que en estas fechas de febrero adopta una propuesta carnavalera para hacer sus tortitas de Carnaval.


Ingredientes.

- ½ litro de leche.

- 6 huevos.

- ½ kg de harina.

- Aceite.

- 1 copita de ron o anís, al gusto.

- Sal fina.

- Ralladura de un limón.

- Matalahúva.

- ¼ kg de azúcar.

- 1 palo de canela.

Preparación Tortillas de Carnaval.

Se baten las claras a punto de nieve y luego se agregan las yemas, una pizca de sal y la harina sin parar de remover. Se le va añadiendo la copita de anís o ron, la ralladura de limón, la matalahúva y un poco de aceite. Se bate todo hasta formar una masa espesa, a modo de natilla.

Se echa un chorro de aceite en una sartén cubriendo el fondo. Cuando esté caliente pones dentro un cucharón con un poco de masa procurando que quede redondita. Le das la vuelta para que se dore por los lados, luego la sacas y la dejas enfriar en un papel absorbente.

Se suele servir con azúcar espolvoreada o preferiblemente con miel de caña.

1 comentario:

  1. hey gente que bien que no los pasamos este dia la verdad eso si me tuvieron todo el dia trabajando como negra pero merecio la pena por que la tortitas estaban muy buenas este fue el comienzo de unas experiencias inolvidables

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